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La última marcha (rememorada)

skadi

Aprendiz de todo :D
Equipo de Grepolis
La última marcha

Una mañana fría, viento cortante que hasta al guerrero mas curtido haría estremecerse en los huesos, pero ayí se encontraba ella, semi desnuda, descalza, indiferente, oteando el horizonte en busca del inminente peligro. La amazonas, embrazado el aspis con el dibujo de una pantera, dory en mano, un yelmo con grandes crines de caballo, cubierta únicamente con pieles que apenas lograban tapar su físico, tenia mayores preocupaciones que las desavenencias del temporal. Había una batalla que librar y el enemigo se encontraba cerca.

El caudillo Tespio, ataviado con el equipo propio de un Hoplita, escaló hasta la peña a unos siete metros de altura y se situó a la diestra de la guerrera. Lo que a continuación vio lo dejo perplejo. Hileras de miles de enemigos habían formado filas en el que seria el campo de batalla, una explanada de muerte. El momento de la liza estaba próximo, medio día mas de camino y habría de cumplirse el destino de todos ellos. Sin quitar la vista del horizonte le dedico unas palabras a la guerrera:

- Alcibia, son demasiados y llevamos ya cinco días de camino...
- Eetión, el Hado es quien dispone nuestro destino y dará gloria a unos o a otros, tu única preocupación debe ser plantar batalla a tu enemigo y que tus hombres te obedezcan cuando los dardos empiecen a volar. Los dioses decidirán a quien otorgar la victoria y a quien la derrota.
- En eso no puedo contradecirte, aunque si desearía tener mas guerreros bajo mi mando.
- No depende de nosotros decidir cuando y donde serán las batallas, lucharemos con lo que tengamos y lo haremos lo mejor que podamos.

Alcibia hizo una pausa para mirar a Eetión y le dijo:

- Que tu gente se prepare y que tus capitanes dispongan a sus hombres para partir. Hay una batalla que librar.

Eetión la escucho y en su mente se tomo tiempo para admirar la impasividad de la guerrera, su falta de preocupación por el cruel destino que podría aguardarles en ese funesto día. En sus ojos solo vió determinación, ni miedo, ni compasión, ni nervios. Se sentía seguro de tenerla como aliada, pero a la vez temía... Eetión había combatido muchas veces, pero nunca había conocido un guerrero como ella.

El caudillo hizo caso a las indicaciones de Alcibia, y a gritos dió las ordenes a sus capitanes. Luego comenzó a bajar cuidadosamente el risco que había escalado. Mientras lo hacia, advirtió que algo descendía a su lado a gran velocidad. Se apreto contra la roca para evitar que alguna piedra desprendida le cayera encima y cuando pensó que el peligro había pasado, miro hacia arriba. No había desprendimientos, miro hacia abajo, y ayí estaba ella, erguida sobre la tierra, sin perder el equilibrio. Bajó de un salto, nunca dejaba de sorprenderle.

Los guerreros conversaban sobre la batalla que tendría lugar en las próximas horas mientras acababan sus desayunos, algunos con alegría y otros con temor, pero el único que era consciente de la dificil pelea que les esperaba era Eetión y en su corazón se sobrecogía al pensar que hoy podría ser el ultimo día para todos ellos, aunque tenia claro que Caronte tendría que portar un gran numero de almas al Hades, y no todas serian de sus hermanos.

Estenelao, Adrastro, Pilartes y Equeclo, todos ellos capitanes, dispusieron a su gente en el camino para partir. Equeclo, el mas veterano de los cuatro capitanes, fue quien se acercó a Eetión para informarle.

- Eetión, la tropa esta lista, cuando ordenes iniciaremos la marcha.
- Gracias Esqueclo. Dile a los demás que hagan una marcha tranquila, hoy sera un día duro para todos. Que los hombres de Estenelao vayan en ultimo lugar y vigilen la retaguardia, Pilartes ira delante de Estenelao, Adrastro delante de este y tu iras en cabeza, detrás de las amazonas. En cuanto Alcibia y su gente comiencen a andar, vosotros la seguiréis.

Esqueclo asintió con la cabeza, se dirigió a sus compañeros de empleo con las nuevas de su caudillo y les dio las instrucciones. Eetión busco con la vista a su compañera y le hizo una señal con la mano para que esta supiera que ya estaban listos. Este, vio como Alcibia asentía con la cabeza y se dirigía a las amazonas, acto seguido iniciaron la marcha.

Seis horas de camino eran las que les separaban de sus enemigos. Mientras marchaban, Eetión comenzó a recordar sus tiempos de juventud, cuando su instrucción militar se mezclaba con los juegos, a veces, y otras era dura e incluso fatal. Recordaba a su amada, ayí en Tespia, que ahora estaría cuidando a su vástago, y se le entristecía el corazón al pensar que quizás, ya no volvería a verles. Pero no era momento para tales pensamientos, seis horas eran muy poco tiempo para recordar todo lo que dejaba atrás. Ahora era momento de pensar en la batalla y nada mas, si de verdad había una esperanza de volver a la paz de su hogar y su familia, de su añorada tierra, tenía que sobrevivir al combate.

Alcibia ordeno a dos de sus guerreras que salieran de las hileras y se adelantaran para hacer las veces de observadoras durante el viaje. Las amazonas se encontraban en constante estado de alerta, mandarlas era muy fácil, trabajaban como una única unidad y todas eran expertas en las artes de la guerra. Frías, calculadoras, impávidas. No había guerreras mas fieras y con propósitos tan firmes como las amazonas. Su líder, a diferencia de Eetión, no se tomaba ningún momento para recordar lo que dejaba atrás. Su sociedad guerrera, perduraría y otras habrían para ocupar su puesto una vez ella se reuniera con sus antepasados en la morada del Hades.

Un poco mas atrás en la formación, Adrastro se adelantaba de sus hombres para hablar con Esqueclo.

- Hermano, te he notado distante estos últimos días. Dime ¿Que sucede?
- Disculpame Adrastro, no es por ti ni por ninguno de nosotros, pero me asaltan las dudas. Hemos combatido juntos muchas veces y obtenido la victoria en innumerables ocasiones, pero esta vez es diferente. El enemigo nos supera enormemente en numero y si nosotros caemos, no habrá nadie capaz de hacer frente a esta amenaza.
- Ten confianza en nuestro jefe, Esqueclo, si algo nos avala, es nuestro camino recorrido. Todos tenemos dudas sobre la misión, pero si no combatimos, es seguro que sera un fracaso. Sera cuestión de tiempo que la guerra llegue a las puertas de nuestros hogares y ayí ya no tendremos oportunidad de salvar todo cuanto hemos construido.
- No te falta razón en lo que dices Adrastro. Tal vez sea que los años no pasan indemnes para este pobre anciano y ya empiezo a tener desvaríos en mis pensamientos.
- Supongo que tienes razón, pero te he visto dar muerte a muchos de nuestros enemigos y entre nosotros, hay pocos como tu que manejen tan hábilmente la lanza. Sigue haciéndolo como lo has hecho hasta ahora, y puede que otra vez, nos alcemos con la victoria.

Esqueclo se sintió dichoso por las palabras de su amigo y le dedico una sonrisa.

- Que los dioses te escuchen y estén con nosotros, hermano.

Mientras marchaban, los hombres reían, entonaban canciones guerreras. Intentaban asumir el destino al que se enfrentaban con la mayor alegría posible. Hombres entregados a la vida de las armas. El mas veterano y el mas joven, los que sentían temor y aquellos que añoraban el combate, todos sabían que llegado el momento de pelear, como tantas otras veces, se mantendrían en su posición.

Las horas pasaban y a medida que se acercaban a su destino, los guerreros de Eetión dejaban los cantos y las bromas. Ahora se preocupaban de escuchar los cánticos de guerra y redobles de los tambores de sus enemigos. La tensión se respiraba en el ambiente y cada guerrero era ahora mas consciente de todo cuanto le rodeaba.

Una de las dos observadoras de Alcibia volvió por el camino.

- Alcibia, el camino termina en una explanada a unos cuatrocientos metros, el enemigo se encuentra a un kilómetro de distancia.
- Gracias hermana, adelántate de nuevo y comunícale a Marpesia que vuelva contigo a la formación. Yo voy a informar a Eetión. Seguid sin mi, ahora os alcanzo.

Alcibia paro en el camino y espero hasta que Eetión se puso a su altura.

- Eetión, ya hemos llegado. Un poco mas alante se encuentra la llanura donde aguarda el enemigo.
- Bien Alcibia, informare a mis capitanes.

Alcibia volvió con paso ligero hasta ponerse de nuevo a la altura de sus mujeres. Eetión levanto el escudo en señal de reunión para que sus capitanes se le acercaran.

- Hermanos, ha llegado el momento. Un poco mas alante esta nuestro destino. Alcibia me ha informado que el enemigo esta en una explanada próxima. En cuanto entréis en ella, formar vuestras falanges de izquierda a derecha, Equeclo, Estenelao, Adrastres y Pilartes. Alcibia y su gente formaran a la derecha del todo. Yo lo haré en medio de la formación junto a ti, Adrastres. Que los hombres se preparen.

Sin mediar palabras, todos se dirigieron a sus hombres y los fueron ordenando.

Minutos mas tarde, hoplitas y amazonas se adentraron en la llanura y vieron grandes hileras compuestas por miles de guerreros, venidos de mas allá de los confines del mundo conocido, dispuestos a darles muerte a todos y cada uno de ellos. Pero no lo harían sin derramar sangre, y como saber quien saldría victorioso, todo estaba en manos de los dioses.

Las Falanges de Hoplitas se fueron formando según lo había dispuesto el caudillo. Cinco filas de cincuenta hombres, diez hileras de cinco. Cada capitán tenia a su cargo doscientos cincuenta guerreros. De igual modo formaban las amazonas. Apenas quinientos metros los separaban de la muerte.

Eetión llamo a sus capitanes y también a Alcibia. Se hicieron las libaciones y Eetión ordeno una plegaria al Crónida Zeus que todo el ejercito recito al unisono. Acto seguido, sus capitanes volvieron a sus posiciones entre las filas delanteras de cada formación.

Era momento de luchar, sin contemplaciones, sin pesares, sin mas objeto que morir o dar muerte. Y asi, las falanges de Eetión y Alcibia marchaban al encuentro con su destino...

Critolao
22. Oct 2010
 
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